Por iniciativa del profesor Antonio Souto, la escuela técnica superior de ingenieros navales de la Universidad Politécnica de Madrid organizó recientemente un seminario sobre el mercado de electricidad y las energías renovables en el que tuve ocasión de participar.
El seminario se estructuró en cuatro sesiones de unas dos horas de duración cada una celebradas los miércoles por la tarde. En las tres primeras, tres ponentes con diferentes perspectivas: uno, Agustín Alonso, extrabajador de la Comisión Nacional de la Energía; otro, Francisco Calleja, perteneciente a la dirección de regulación de Iberdrola y el último -yo mismo- del sector de las renovables expusimos, cada uno individualmente, nuestra visión del sector para en la última sesión, celebrada el 8 de mayo y moderada por Rubén Esteller, periodista especializado y redactor jefe del diario El Economista, mantener un debate entre los tres.
No me defraudó el público asistente, confirmando con sus intervenciones el prestigio del que goza la escuela.
El debate -sin duda lo más interesante- se centró una vez más en enfrentar posturas entre el sector convencional y las renovables. Lamento que aquél siga utilizando argumentos falaces, tales como el empleo del índice HHI calculado sobre el total del mercado de generación para medir el grado de competencia en el sector eléctrico, para defender un sistema eléctrico que hace aguas, no por las ayudas a las renovables, sino por mantener prebendas injustificadas -e injustificables- a tecnologías caras, contaminantes, peligrosas y socialmente inadmisibles.
Os dejo mi presentación, realizada el 24 de abril y repetida posteriormente en la escuela de Industriales de la misma universidad el 9 de mayo.
Dedicado especialmente para los que echan en falta un análisis crítico de los errores cometidos por parte de los defensores de las renovables destaco, sin duda, mi comparación al desarrollo regulatorio de la fotovoltaica entre Alemania y España.
En España se cometieron varios errores regulatorios cuyo resultado ha sido un evidente desacoplamiento entre las tarifas de inyección utilizadas para fomentar su desarrollo y la evolución tecnológica de la fotovoltaica.
Como he comentado en otras ocasiones, la rápida evolución tecnológica de la fotovoltaica -coadyuvada, sin duda, por un espectacular incremento del volumen de instalación a nivel internacional- ha llevado a una reducción de costes del módulo fotovoltaico de más del 80% en tan solo cinco años.
Este inédito recorrido de la curva de aprendizaje ha supuesto un reto para los sistemas de apoyo a las renovables, que en todos los casos parten de la constatación de que las energías fósiles no incorporan en su precio numerosas externalidades y que para que las renovables puedan competir con éstas han preferido apoyar específicamente a éstas en lugar de gravar a aquéllas. Los diferentes sistemas de apoyo -singularmente las tarifas de inyección a red, utilizadas, entre otros, en Alemania y España- suponen, además, que aunque el apoyo a las renovables inicialmente sea superior a la valoración de las externalidades positivas que incorporan, la mera creación de un mercado de suficiente volumen a nivel internacional debe bastar para reducir drásticamente su precio y, por tanto, reducir los apoyos. Esta hipótesis ha sido confirmada, con creces, en el caso de la fotovoltaica.